lunes, 17 de enero de 2011

Encomienda

Giuliana y yo estábamos trabajando tranquilas en el primer piso que tiene a un lado nuestras computadoras y unas cajas de libros al otro. De repente me dice que había un loco afuera. Ese loco volteó. Ese loco se acercó a la ventana. Ese loco golpeó la ventana. Ese loco nos gritó: "¡Señoritas! ¡Mi encomienda! ¡Señoritas!". Como no volteamos, golpeó con una piedra que tenía en la mano la ventana mientras no dejaba de gritar, luego se quedó callado y yo, sin despegar los ojos de mi pantalla, llamé a Erick una, dos, tres veces. Le pedí que bajara rápido y, como todo macho que se respeta,le dijo que se fuera cada vez más y más fuerte, hasta que terminó en un grito bastante audible. Aparentemente, un policía pasó porque giró y corrió exclamando: "¡Serenazgooo!". En ese momento, bajó Pedro y preguntó qué había pasado. No volvimos a saber de él.

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