lunes, 8 de noviembre de 2010

Infiltrada


Terminé a las 4, pero sigo en un salón. Eloy Jáuregui habla sobre la publicidad en Internet y del consumidor infiel. Hace un rato, pidió que le pongamos nombre y slogan a una imagen, yo no perdía nada. El profe advierte que tenemos que tomar conciencia sobre el control de calidad día a día, "todos los días imaginando, creando, imaginando, creando". Otro ejercicio. Mírenlo. Por cierto, lo vulgar es común en boca de Jáuregui. Me siento fuera. Adiós.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Ramas machistas asesinas

Hoy la Madre Naturaleza me odió. El clima me jugó una mala pasada porque amaneció soleado por mi casa y no llevé abrigo. Nunca salió el sol y morí de frío. Más tarde, en pleno speech anti-machismo para Marci, la palmera que tenía atrás me embistió en la cabeza con una de sus ramas. No una, sino dos veces. Cuando le cambié de sitio a Marci para ver si la palmera lo golpeaba también a él, las ramas no se movieron. Luego, mientras subía las escaleras, la gravedad me empujó para que me cayera, pero sobreviví. Finalmente, al bajar del micro, éste no esperó a que terminara de poner los pies en el suelo y arrancó. Tuve que saltar y caí en un montón de tierra, que se levantó y me llenó de polvo. Menos mal llegué a mi casa y comí mango.

domingo, 10 de octubre de 2010

Elige un nerd


Es el menos favorito, el menos hablador, el menos agraciado. Probablemente huirá si le hablas de algo que no sea tareas. Entonces, ¿por qué un nerd?

En primer lugar, debido a sus escasas habilidades para conseguir pareja, tienes una amplia gama de dónde elegir. Si te gustan altos y delgados, hay. Si te gustan gorditos, hay. Si te gustan sin lentes, sin brackets, hay. Si te gusta el modelo tradicional, lo encontrarás.

En segundo lugar, la memoria nunca les falla. Si un nerd promete que te llamará a tal hora, lo hará. No te tendrá esperando al costado del teléfono. La hora es la hora. Además, tiene la gran habilidad de recordar todo tipo de fechas especiales. Llegará el cumpleaños de tu mamá y él irá a saludarla. Él sabe que esos detalles te hacen feliz, sobre todo porque no tiene otros con los que distraerse. Eres solamente tú.

En tercer lugar – y esto me parece súper importante -, sus amigos no son gileros. No dirán frases como “Después sigo yo” o “Está rica tu flaca”, lo más probable es que te respondan con monosílabos si no les hablas acerca del nuevo juego de computadora que ha sido lanzado en Japón. O, incluso, pueden evitar cualquier tipo de contacto contigo y huir.

En cuarto lugar, hablan con propiedad. Nada de “esposhita” u “osito cariñosito”. Si quieres un apodo, serán capaces de crearte uno a través de fórmulas químicas. Puede que no lo entiendas, pero serás la única en el mundo con ese sobrenombre.

En quinto lugar, su confianza en ti será absoluta. Si es que él tiene que estudiar, no se molestará si quieres salir con tus amigas o amigos. Tampoco se irá a buscar otras ‘flaquitas’ después de despedirse de ti. Lo más seguro es que si lo ves en su casa, habrá estado dormido, con la cabeza recostada en el teclado de su computadora.

En sexto lugar, no necesitarás de nadie que te explique cómo usar la más reciente tecnología que se renueva cada día. Él te podrá enseñar cómo funciona cualquier aparatito. En general, cualquier cosa que utilice pilas, baterías o se conecte al enchufe.

En sétimo y último lugar está lo que yo considero más importante. Ya no tendrás que arreglar cada centímetro de ti si es que él va a visitarte a tu casa. Él es así también. Ignorara el hecho de que estés maquillada o no. Siempre te verá lindísima y no te mentirá, él no sabe mentir. Finalmente, si engordas un poco, un nerd no te hará sentir mal. Eres su chica y eso es lo que le importa.

jueves, 10 de junio de 2010

El vicio de leer

Un libro, un mundo paralelo. Te sumerges en la ficción y tienes la necesidad y las ansias de saber el desenlace, cueste lo que cueste. Aquellos que sufren esta “enfermedad” saben lo que es quedarse hasta altas horas de la noche con tal de terminar una página más y engañarse a sí mismos diciendo: Cuando acabe este capítulo, lo cierro.

A la mayoría de nosotros nos han relatado o leído cuentos antes de dormir. A algunos nos gustaba más que a otros y, dentro de esos, estamos los que entramos en el vicio a temprana edad. Comencé a los ocho años con el best seller de esos tiempos, Harry Potter. El libro estaba en lo más recóndito de esos cajones que rara vez se abren y, un buen día, con el afán de limpiar, lo encontré. La tentativa de asear mi escritorio quedó como tal y, sentada en el suelo, empecé las primeras páginas del conocido mundo mágico.

Los que saben a qué me refiero reconocen a uno de los suyos cuando divisan un libro en la mano como equipaje obligatorio. Por otro lado, aquellos que tienen algún conocido con los mismo síntomas tienen cuidado de pasar por una librería cuando están con ellos, ya que el brillo en los ojos del vicioso delatará el deseo de quedarse unas cuantas horas viendo carátulas, leyendo reseñas y, si es posible, comprando un nuevo engreído.

En el momento en el que abro un libro nuevo, lo primero que hago es olerlo. No todos tienen un mismo aroma, pero, por más diferente que sea, siempre es agradable acercarlo a la nariz. La fragancia de sus páginas crea expectativa hacia la posibilidad de adentrarte en ellas.

El ardor de los ojos tras un fin de semana de lectura placentera – reemplazo de alguna fiesta – no importa mucho, pues, mientras más tiempo le dediques al libro, más rápido tendrás la satisfacción de conocer en qué acabará la historia. Las inevitables deducciones del propio lector acerca del relato, ya sean las desventuras de una pareja de jóvenes enamorados o el afán de descubrir quién es el asesino, lo incentivan a leer, aunque sea una página, cada vez que tiene la oportunidad.

Otro síntoma común, si es que aún no sabes si considerarte “enfermo”, es que, en tu cumpleaños o en Navidad, el regalo más recurrente que tengas sea un libro. Tus conocidos saben que no hay pierde, puesto que un simple paseo por tu habitación les dará una idea de qué libros todavía no están en tus repisas.

Tras la cubierta de un libro, existe un mundo diferente que puedes visitar cuantas veces quieras. No importa que ya lo hayas leído, siempre encontrarás algo nuevo. La diferencia entre este vicio y otros es que el contenido te nutre, las palabras perduran y puedes seguir disfrutándolo aun cuando ya lo cerraste.

Regresando a los síntomas, si en alguna ocasión percibes una situación similar a la de uno de los libros que has leído e inmediatamente la asocias y esperas que tenga el mismo final, entonces, por si no te habías dado cuenta, eres uno más de nosotros, los sanos viciosos. Antonio Muñoz Molina, en su artículo “Un vicio sin castigo”, afirma que “uno no lee para aprender, ni para saber más, ni para escaparse. Uno lee porque la lectura es un vicio perfectamente compatible con la escasez de medios, con la falta de esa audacia que otros vicios requieren y, más importante todavía, con la absoluta pereza.”

No sé si leo porque estoy aburrida o porque no tengo nada que hacer; sin embargo, sí estoy segura de que me produce satisfacción. El terminar un libro es cumplir con una misión, es cerrar el compromiso que asumiste al pasar las primeras hojas. Leer implica más que entender las palabras del autor, es sumergirse en un mundo paralelo. Me considero una lectora no porque no me importe estar en una posición incómoda mientras paso las páginas, sino porque disfruto cada vez que llego a un punto final.

sábado, 3 de abril de 2010

Complicidad

Ahora que la distancia es larga y no podemos ni decirnos Buenas noches es cuando me pongo a pensar qué hay entre tú y yo. Largas llamadas telefónicas, tranquilas caminatas de la mano, un bailecito por aquí, una risita por allá, miradas que dicen mucho, colosales platos de comida, entre otras cosas hacen que cada día contigo sea especial y diferente, por más factores en común que tengan. No sé si sean los competitivos juegos de mesa, los taxistas con extrañas emisoras de radio, las siestecitas de medio día o las risas aguantadas las que hacen que estar contigo no sea solo tener una relación, sino una aventura. Una aventura de esas que se tienen que vivir de a dos porque en algún momento necesitaremos de la mano del otro para pasar algún obstáculo y siempre habrá nuevos retos.

Tú y yo, uno al lado del otro, podemos lograr mil cosas juntos, es parte de ser complemento, no? Tú y yo estamos al comienzo del camino. De alguna manera, me alegra que sea un camino lleno de dificultades porque sé que, estrechándonos las manos, podremos atravesarlas, pues el hecho no está en caerse, sino en levantarse. Lo mejor es que estoy segura de que el final de ese camino aún está muy lejos, ya que, si bien nos tenemos el uno al otro, todavía nos falta crecer como personas, madurar el alma, regar el corazón, aceptar equivocaciones y aprender poquito a poquito del otro. Tú y yo podemos apoyarnos en el otro y confiar plenamente.

Quizás hablar entre nosotros no solucione los problemas externos; sin embargo, es un hecho que sentiremos un alivio compartiendo momentos. Sentirte a mi lado me da una cálida paz interior, no porque te necesite, sino porque te quiero a mi lado. Somos dos seres completos, dos naranjas enteras juntas que se guiñan el ojo de vez en cuando.

¿Lo defino todo en una palabra? Complicidad.

lunes, 8 de marzo de 2010

Desde las persianas

El insomnio me atormentaba una vez más cuando escuché unas voces susurrantes no muy lejos de aquí. Decidí averiguar de qué se trataba ese constante siseo, así que abrí las persianas lo justo para que mis ojos divisaran una pareja. No podían tener más de cinco años más que yo. Ella llevaba un vestido negro largo y unos zapatos de taco, tenía un peinado elaborado. Daba la impresión de que acababa de estar en alguna reunión formal. No paraba de mirar a los lados como si esperara que alguien los encontrara, como si supiera que hacía algo indebido. Él estaba usando solo un par de jeans y una polera. Discutían agitadamente. De pronto, se besaron. Ella miró su reloj y le señaló una calle. Él negó con la cabeza e intentó besarla de nuevo. Ella lo rechazó y repitió el gesto. Él se estaba yendo cabizbajo y con paso lento hacia ese lugar cuando volteó, al mismo tiempo que yo, porque una luz se hacía cada vez más grande en la dirección contraria. Empezó a correr y desapareció. El auto de lunas polarizadas y luces encendidas paró al costado de la mujer y le abrió una puerta. Ésta subió sin siquiera mirar la calle que había estado señalando hace poco. El auto arrancó y se fue velozmente, dejándome con un insomnio más agudo lleno de preguntas que no dejaban de aparecer en mi cabeza.

jueves, 14 de enero de 2010

Locuras de ocasión

Cuando creí que la inspiración ya había llegado, no era cierto. Sólo estaba jugando conmigo. Busco y busco un tema, pero no encuentro. Aparentemente, la falta de inspiración, según César, es la forma del subconsciente de decir "Hoy no quiero escribir". Mi subconsciente me desafía cantando "No puedes escribir si yo no tengo ganas, ríndete o te saldrán canas". Muchos - y me incluyo en ese grupo - sostienen que, si sueñas algo, no es simplemente imaginación, sino un mensaje que esa vocecita quiere hacer llegar. Basta de ser perseguida por decisiones que no saben si están a punto de ser tomadas.

Me gusta el color negro y sonrío todos los días. Estereotípicamente contradictorio? No me juzguen por las apariencias. Muchas zapatillas, "Angie, es tiempo de que uses taquitos", comodidad ante todo. Al diablo con el qué dirán. Si te dan ganas de hacer algo, házlo! Habrá consecuencias tanto si actúas, como si no. No dejes que la vida te ilusione y te haga creer que no puedes alcanzar aquello que se escapa de tus manos. Siempre puedes estirar tus dedos y, aunque sea, rozarlo. Si te hacen cosquillas, ríete. Me sigue gustando el color negro.

No dejaré que mis recuerdos sean devorados por polillas. Tengo la sensación de que una gran aventura se aproxima. Cara buena al mal tiempo, literalmente. Me congelaré; sin embargo, no dejaré de hacer reír a los demás y de sonreír satisfecha al terminar el día. Demasiado optimismo puede decepcionarme? No lo creo, lo dosificaré.

Dicen que no hay que mezclar papas con camotes. Quién impuso eso? Las papas te gritan porque has hecho algo mal, los camotes te consuelan y susurran "Todo estará bien". Cuántas veces he escuchado esas palabras? Tienen cierta magia, pues me recuperan, me llenan de esperanzas. Quizás, muy dentro de mí, sepa que es eso lo que recibiré de parte de mis seres queridos cada vez que me caiga. Es parte de vivir. La perfección aburre - esa frase es perfecta.

Quisiera estar a tu lado. También quisiera volar, mas "No se puede tener todo en esta vida" dicen algunos. Qué más da, es tiempo de arriesgar. Si no gano, se lo recriminaré al dicho. Tengo alas, no funcionan. Falta un empujoncito. Cuidado que me caigo y derramo un par de lágrimas. Salgo del nido para conocer el mundo. Allá voy, recíbanme con los brazos abiertos o, al menos, con una sonrisa en la cara. No hay ni rastro de una para mí? No importa, tengo varias en mi bolsillo. Mi equipaje de mano es la esperanza, un cosquilleo en el estómago y una pizca de paciencia. Ah! Un par de curitas nunca está de más.