sábado, 3 de abril de 2010

Complicidad

Ahora que la distancia es larga y no podemos ni decirnos Buenas noches es cuando me pongo a pensar qué hay entre tú y yo. Largas llamadas telefónicas, tranquilas caminatas de la mano, un bailecito por aquí, una risita por allá, miradas que dicen mucho, colosales platos de comida, entre otras cosas hacen que cada día contigo sea especial y diferente, por más factores en común que tengan. No sé si sean los competitivos juegos de mesa, los taxistas con extrañas emisoras de radio, las siestecitas de medio día o las risas aguantadas las que hacen que estar contigo no sea solo tener una relación, sino una aventura. Una aventura de esas que se tienen que vivir de a dos porque en algún momento necesitaremos de la mano del otro para pasar algún obstáculo y siempre habrá nuevos retos.

Tú y yo, uno al lado del otro, podemos lograr mil cosas juntos, es parte de ser complemento, no? Tú y yo estamos al comienzo del camino. De alguna manera, me alegra que sea un camino lleno de dificultades porque sé que, estrechándonos las manos, podremos atravesarlas, pues el hecho no está en caerse, sino en levantarse. Lo mejor es que estoy segura de que el final de ese camino aún está muy lejos, ya que, si bien nos tenemos el uno al otro, todavía nos falta crecer como personas, madurar el alma, regar el corazón, aceptar equivocaciones y aprender poquito a poquito del otro. Tú y yo podemos apoyarnos en el otro y confiar plenamente.

Quizás hablar entre nosotros no solucione los problemas externos; sin embargo, es un hecho que sentiremos un alivio compartiendo momentos. Sentirte a mi lado me da una cálida paz interior, no porque te necesite, sino porque te quiero a mi lado. Somos dos seres completos, dos naranjas enteras juntas que se guiñan el ojo de vez en cuando.

¿Lo defino todo en una palabra? Complicidad.