domingo, 21 de agosto de 2011

Bandera, araña, cebiche

Felipe se despertó decidido a almorzar cebiche. Batalló con sus sábanas y con la punta del pie alcanzó una media que se había caído en medio de la noche. Se arrastró al baño, se desnudó y abrió la ducha fría. "Nada mejor para quitar la resaca", pensó. Cerró el caño y deslizó la cortina. Estaba estirando sus dedos cuando divisó una araña caminando a sus anchas sobre la blancura de su toalla. Saltó, se recompuso y optó por la toalla rosada de su hermana. No mataría a la pequeña intrusa. No es que le tuviera miedo, solo la respetaba. Mentira. Se cambió y salió de su casa, no sin antes revisar el reloj de la sala. Era la hora de almuerzo. Perfecto. Abrió la puerta de su casa y visualizó su calle. Todas las casa tenían banderas sacudiéndose con el viendo. Blanquirrolas iluminadas por una cálida resolana. Era 28 de julio y las 2 de la tarde. Haría cola para comer cebiche. Ya no tenía ganas.