lunes, 7 de febrero de 2011

Caca de perro

El sábado en la noche pisé caca de perro. Todo pasó después de ver La Rosa Púrpura de El Cairo (Woody Allen) en casa de Marci. Teníamos calor, así que decidimos salir al jardín para tomar aire fresco. Los columpios vacíos parecían una buena idea, nos aproximamos, nos sentamos y comencé a percibir cierto olor peculiar. Levanté la zapatilla derecha y me percaté de que tenía una nueva suela de aromas naturales. Mierda. Marci trajo tres hojas de papel toalla, insuficientes para la dimensión del problema. Recordé que tenía mi mochila con sandalias en la maletera de su carro y sin salir del jardín me las puse. Ya con las dos zapatillas en la mano (resulta que la izquierda también había sido afectada), nos dirigimos al caño del otro jardín, donde empezamos la increíble hazaña de regresar a mis zapatillas a su estado anterior. Agua, papel toalla, hisopos, refriega y refriega. El papá de Marci salió y nos sugirió ir al patio, donde podíamos usar escobillas y detergente. Intercambiábamos de zapatillas para lograr un mejor resultado. Romántico, ¿no?