martes, 1 de marzo de 2011

43

El sábado fue mi simulacro de examen de manejo en Conchán. Del grupo de quince personas, yo era una de las más tranquilas. Tuvimos que esperar casi dos horas a que los inscritos terminaran de dar su examen oficial para que nosotros podamos entrar al circuito. No me atreví a ser la primera, pero sí segunda. No sé cómo, pero fue demasiado rápido. Se me pasó poner un par de direccionales y, cuando menos lo esperaba, ya me estaba cuadrando en diagonal, tenía tantas cosas en la cabeza, tanto por tener en cuenta, que olvidé mirar hacia atrás para retroceder y eso ocasionó el grito del veedor, a quien yo veía vociferar sin entender nada más que un "bla bla bla". Después, di la vuelta y estacioné casi de inmediato en paralelo. Con la confianza que había tenido en las prácticas, logré un estacionamiento perfecto. Recuperé la respiración a ritmo normal hasta que, en la pendiente, no pude hacer bien el juego embrague-acelerador y me fui un poco para atrás. Terminé el circuito y mi presión dejó de retumbar en mi caja torácica. Tras esperar unos quince minutos, nos dieron los resultados o, más bien, los errores. 1. Mantuve baja velocidad, 2. No puse una direccional, 3. No miré atrás en diagonal, 4. Apreté mucho el acelerador en la pendiente (es que si no, me iba para atrás). Luego de escuchar todo eso, pensé que tendría un puntaje bajísimo; sin embargo, logré un 43 sobre 52 y para aprobar se necesita un 46. Nada mal, eh? Sobre todo cuando los señores de terno tuvieron menos puntos que yo.